Hay algunas voces y escenas que se han caído de la versión final de la novela. Esta es una de ellas. En ella se mencionaba a una persona muy querida en Ronda: César Fernández, sacerdote salesiano del Centro Obrero, recientemente asesinado en Burkina Faso. Mi pequeño homenaje a una persona que siempre estará en nuestra memoria. Gracias, querido César.
Sería el año 80 o puede que el 81, no soy muy bueno para las fechas... Pero recuerdo bien la barandilla del Centro Obrero Católico engalanada con una enorme bandera de Andalucía. Y dos o tres legionarios subiendo escaleras arriba y abajo.
El Centro Obrero era un caserón enorme de estilo modernista. Albergaba un salón de actos vetusto, con cabida para cerca de 150 personas sentadas, una biblioteca, un bar, un recibidor amplísimo de mármol blanco y bonitos azulejos, y rematado con unas preciosas escaleras de forja y madera que daba acceso a la planta superior en la que había un voladizo. También había un buen puñado de habitaciones para uso diverso, donde los jóvenes nos reuníamos conforme a alguna afición común: teatro, cine, música, fútbol, etc. Yo aprendí a tocar, o mejor dicho, a aporrear la guitarra allí. Había mucha afición por lo del acompañamiento musical en las misas juveniles. Fue una pena que el edificio acabara convertido en viviendas y perdiendo gran parte de su alma...
La verdad es que el Centro ofrecía un mundo de posibilidades para que los jovenzuelos del pueblo tuviéramos donde pasar un buen rato de ocio. Estaba dirigido por un grupo de Salesianos, con un claro propósito evangelizador pero, afortunadamente, no era nada cargante.
A ver, que me voy del tema. Habíamos organizado la Semana de Andalucía: conferencias, audiovisuales, talleres y exposiciones. Todo con la idea de evidenciar los problemas sociales y políticos de nuestra tierra. Eran tiempos de compromiso político, de las primeras carreras en manifestaciones y de pines reivindicativos en el pecho. Aunque con cierto riesgo porque en aquélla época era frecuente encontrar la luneta de algún coche roto sólo por llevar una pegatina con la bandera verdiblanca.
Recuerdo que en la organización de aquellas jornadas también participaba un grupo de cristianos de base, que estaban muy vinculados a un grupo activista, más bien de izquierdas, que se llamaba Solidaridad Andaluza, ¿puede ser?
Bueno, es igual.
La presencia de los legionarios deambulando por esos locales juveniles resultaba chocante, y quizá más en aquella Semana de Andalucía. Uno de los lejías fue derecho para la barandilla donde estaba prendida la gran bandera andaluza anunciando las jornadas. El tipo quiso descolgarla de mala manera, pero César, uno de los entusiastas Salesianos que dirigía el Centro Obrero, le paró y le preguntó qué hacía. Pronto se formó un grupo. El lejía se puso tenso: “esta bandera no pinta nada aquí” o algo así, le dijo en tono chulesco.
Yo pensé entonces que se iba a liar, algunos de los chavales silbaban, otros hacían chistes, pero lo cierto es que había muchísima tensión. Después de un tira y afloja con César, y a la señal de otro legionario que salía del fondo, vimos cómo se marcharon rápidamente. Luego, llegó uno diciendo que habían entrado en el local de la radio y que habían partido en pedazos el disco del himno de Andalucía, una sintonía constante aquella semana...
Eso es más o menos lo que yo presencié.
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Una parejita muy modosita, en los Carnavales de 1980 en el Centro. |
Sería el año 80 o puede que el 81, no soy muy bueno para las fechas... Pero recuerdo bien la barandilla del Centro Obrero Católico engalanada con una enorme bandera de Andalucía. Y dos o tres legionarios subiendo escaleras arriba y abajo.
El Centro Obrero era un caserón enorme de estilo modernista. Albergaba un salón de actos vetusto, con cabida para cerca de 150 personas sentadas, una biblioteca, un bar, un recibidor amplísimo de mármol blanco y bonitos azulejos, y rematado con unas preciosas escaleras de forja y madera que daba acceso a la planta superior en la que había un voladizo. También había un buen puñado de habitaciones para uso diverso, donde los jóvenes nos reuníamos conforme a alguna afición común: teatro, cine, música, fútbol, etc. Yo aprendí a tocar, o mejor dicho, a aporrear la guitarra allí. Había mucha afición por lo del acompañamiento musical en las misas juveniles. Fue una pena que el edificio acabara convertido en viviendas y perdiendo gran parte de su alma...
La verdad es que el Centro ofrecía un mundo de posibilidades para que los jovenzuelos del pueblo tuviéramos donde pasar un buen rato de ocio. Estaba dirigido por un grupo de Salesianos, con un claro propósito evangelizador pero, afortunadamente, no era nada cargante.
A ver, que me voy del tema. Habíamos organizado la Semana de Andalucía: conferencias, audiovisuales, talleres y exposiciones. Todo con la idea de evidenciar los problemas sociales y políticos de nuestra tierra. Eran tiempos de compromiso político, de las primeras carreras en manifestaciones y de pines reivindicativos en el pecho. Aunque con cierto riesgo porque en aquélla época era frecuente encontrar la luneta de algún coche roto sólo por llevar una pegatina con la bandera verdiblanca.
Recuerdo que en la organización de aquellas jornadas también participaba un grupo de cristianos de base, que estaban muy vinculados a un grupo activista, más bien de izquierdas, que se llamaba Solidaridad Andaluza, ¿puede ser?
Bueno, es igual.
La presencia de los legionarios deambulando por esos locales juveniles resultaba chocante, y quizá más en aquella Semana de Andalucía. Uno de los lejías fue derecho para la barandilla donde estaba prendida la gran bandera andaluza anunciando las jornadas. El tipo quiso descolgarla de mala manera, pero César, uno de los entusiastas Salesianos que dirigía el Centro Obrero, le paró y le preguntó qué hacía. Pronto se formó un grupo. El lejía se puso tenso: “esta bandera no pinta nada aquí” o algo así, le dijo en tono chulesco.
Yo pensé entonces que se iba a liar, algunos de los chavales silbaban, otros hacían chistes, pero lo cierto es que había muchísima tensión. Después de un tira y afloja con César, y a la señal de otro legionario que salía del fondo, vimos cómo se marcharon rápidamente. Luego, llegó uno diciendo que habían entrado en el local de la radio y que habían partido en pedazos el disco del himno de Andalucía, una sintonía constante aquella semana...
Eso es más o menos lo que yo presencié.
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